Brazos de argonautas te dieron bravura,
voces de mil pueblos sus tonos cambiantes,
lágrimas de madre tu dolor más rudo,
mil besos de novia precaria esperanza.
El postrer lamento de náufrago oscuro
el aliento sordo que murió en tu entraña.
Tienes el remoto sabor de otras costas,
el impenetrable misterio de siglos.
Así como llegan desde otras riberas
risas candorosas de felices niños.
Meces las botellas con múltiples sueños.
Acusas los rastros de las tempestades
y devastadores y soberbios vientos.
De lo impenetrable de tus brumas grises
nos regalas fiordos, nieves y arrecifes
Desde el olvidado humo de las pipas
nos nace el extraño canto de otras aves.
Ignoramos la fuerza que te empuja
a, viejo iracundo romperte en las rocas,
o luego cansado dormirte en la orilla.
Quizás has traído noticia esperada,
o escondes muy cauto aviso de luto.
Sueles atraparnos con el magnetismo
que siempre provoca todo lo ignorado.
¡Inmenso el bagaje de emoción que cargas
sobre tu rizado salto por los riscos!
Aspirando el acre aroma de sales
vemos los galeones, velas averiadas,
y casco partido, quietos en tu abismo.
Alguna vez ríes, y mirando al cielo
te muestras amigo, claro y limpio espejo.
Sufres el cambiante genio que se advierte
cuando desbordado invades las playas
¡Amargo tu llanto, hondo tu martirio!
Ya sueltas las bridas, llegas en la tarde
con un ronco grito asido a las crines.
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