El otoño ha partido con su tendal de hojas,
y un simbólico viejo con la barba de escarcha
ha llegado de prisa, obligando a las rojas
llamas de los hogares a entibiar nuestras almas.
Y no me extraña el frío, porque en él nací al mundo.
Aunque en mantas y mimos viví mi madrugada,
pero pasan los años y me dejan desnuda
igual que en el ayer de las tres campanadas.
Acurrucada dentro, con dolor en los huesos,
evito nubes grises y vientos indeseados,
recordando entre nieblas a los lejanos tiempos
del andar tempranero ,entre blancas heladas.
Y más tarde, postales de otros duros inviernos;
yo, vecina a la estufa, con la familia toda,
animada de risas, de maníes y cuentos
en las noches alegres, menos largas que ahora.
Aunque no temo al frío, hoy es muy agresivo,
y avaro julio, muestra del sol una guiñada.
Espero ilusionada el crecer de los días,
cuando brotes y flores me anuncien el verano.
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