domingo, 17 de abril de 2011

Desde el Sur y aquí tan lejos

Acaso saliste de los cuentos de hadas
Lilibet pequeña naciendo princesa.
Una muchachita fuerte y animada
que enfrentara guerras y sufriera muertes.

Yo te vi de lejos, fresca, enamorada
de un teniente altivo, noble y con estrella,
y miré la boda suntuosa, en imágenes
antes que el acaso te volviera reina.

Me asustó la augusta corona con gemas
que pesaba tanto como si hierro fuese
Parecías tan frágil y fuiste valiente
guardando el legado de aquellos tus evos.

Pasaron decenios y siempre compuesta.
¿Ha sabido nadie de tus noches largas?
¿Si para tu príncipe sólo fuiste reina
o la esposa dulce, la amante que ansiaba?

Es que tú llevabas el peso de siglos
cargado en tus brazos como buena madre
y si triste viento castigó tu vida,
con gesto sereno jamás lo mostraste.

Supiste de amores que desdeñan tronos
Viviste el ejemplo de un padre agobiado.
Sufriste callada yerros de los otros,
más si fueron hijos y seres amados.

Hoy que eres anciana, no te piensan joven
soñadora y bella como te recuerdo
pero sé que el pueblo aún te ofrece flores,
porque eres el símbolo entero de un reino.

lunes, 11 de abril de 2011

tentación de reproche

El Liceo, nuestro liceo como institución, cumplía 50 años.
Y allí estábamos, en medio de la calle, un importante número de integrantes de las primeras cuatro promociones, o quizás alguna más. Poco después se pondría una plaqueta recordatoria en el edificio donde comenzó a funcionar y al cual nosotros acudimos cuatro años.
Muchos de los presentes habíamos continuado siendo amigos, con otros nos encontramos alguna vez en tantos años y la mayoría éramos conocidos con los cuales intercambiábamos a menudo un ¿Qué tal? Sin detenernos.
Pero habíamos asistido más, con la ilusión de ver a aquellos a quienes la vida había llevado lejos. Una amiga se acerca con un hombre sonriente, mayor por supuesto como yo, diciendo:- Mira, Marcos preguntaba por ti. Yo intenté una sonrisa. Era un perfecto desconocido. Pero ante el nombre mi mente rebobinó de prisa, y fingiendo una cordialidad casi efusiva, un abrazo y un beso, tuve la tentación de preguntarle a la vida, al destino, qué derecho tenían de poner frente a mí, a aquel señor, que gentil y agradable, pretendía reemplazar al adolescente lindo de traje azul, que compartía nuestra aula y que estaba en mi memoria.
Tuve inclusive la tentación de increparlo a él diciéndole cómo se permitía cambiar
de esa manera
Deseos de gritarle que tenía mucho gusto de conocerlo, tan amable y educado, pero jamás sería el casi niño de mis primeros años de Secundaria.
¿Alguno se ha preguntado cuánto puede cambiar un niño de doce años, imberbe y de pantalón a la rodilla, luego de cincuenta años?
A mí, era fácil identificarme por mi estatura, aunque el rostro estuviera surcado por múltiples arrugas.
Otros viejos compañeros me saludaron; a pocos reconocí
Y pensé si en realidad era grato ese intercambio de saludos entre extraños que fingían alegría por mostrar los estragos, o en raras ocasiones, la leve mejoría que a los niños feos les concede la edad madura.
Casi con prisa me retiré de la reunión apenas descubierta la placa, para no mostrar tras mi saludo amistoso, el rencor con que mi alma acusaba al tiempo del profundo desengaño.
Más tarde ya sola y algo tranquila recordé lo atentos que habían sido aquellos señores que encontré, algunos de los cuales serían tal vez, por un leve parecido, los abuelos de los niños que estuvieron conmigo en el recién fundado Liceo de Pan de Azúcar.

miércoles, 6 de abril de 2011

Montevideo

Bella Montevideo que te muestras al Mundo
regada por un mar que te brinda su arrullo.

Ceñida por un cerro, vigía o atalaya.
hoy luces rascacielos que hasta el cielo te lanzan

¡Qué lejos del comienzo te muestra este mañana
que hasta pensar temieran los pioneros callados!

Aquellos que sus lares dejaron sin nostalgia,
trasladando sus sueños hasta tierras arcanas.


No escalaste peldaños para lograr tu sino.
no te llamaron pueblo, villa, ni aldea. Racimo,

de casuchas humildes, precarias, pasajeras,
pobres, desnudas, tristes, como cruel aguacero.

Rústicos emigrados aceptaron tus vientos,
ofreciendo su esfuerzo calmado, y un gran temple

Pero allí en tus carencias, ¡Ciudad!, fuiste llamada
y caballeros toscos se volvieron hidalgos.

Yo recuerdo en el tiempo a la célebre Henares
por ser solar augusto que acunara a Cervantes.

Y tú que del Quijote tomaste altruismo y gracia,
fuiste noble y distinta, fuiste humilde y preclara.

Grácil Montevideo que naciste en un páramo
arrasado por vientos sures y huracanados;

Surgiste cual milagro que nadie imaginaba
rica cuando eras pobre, culta cuando iletrada.

Paso a paso adquiriste soltura y elegancia
y en la América joven, tú fuiste destacada,

ya que para ser libres y por la ley lucharon,
hombres sin abolengo, mujeres sin espada.

Fue tu núcleo primero, un genovés e hispanos,
y algún hijo nativo de la América indiana.

Corazón generoso abierto a muchas etnias
Dadivoso en sus gestos, espléndido en su tierra.

Hoy sin dudas no eres la tacita que fuiste
en un momento grato de bonanza tranquila,

pero basta un esfuerzo para vencer los vientos
desde lejos te llegan, honrosos, los ejemplos.