La charla es amena; comenzamos a recordar tiempos pasados. Nombramos a algunas chicas que vivieron en la Ciudad en nuestra niñez De pronto un nombre no aparece en los comentarios. Mi mente está algo perezosa o un poco fatigada. ¡Y el nombre que no aparece! ¿Con qué letra empezaba? Y bailan las letras del abecedario. Las repaso una a una. Trato de retener la sonoridad que tal vez está en mi oído. Pero la búsqueda es fatigosa. Alicia, tal vez… No. Alcira… tampoco. Ninguno me resulta familiar. y empieza la farándula danzando en mi cerebro al que siento algo vacío. Me resigno a la frustración de no recordar. Nos despedimos con mi amiga, ella tampoco recuerda. Parece no importarle demasiado. Pero en mí inciden dos factores importantes.
Primero yo hablé con la niña alguna vez . Segundo, siempre me he preciado de mi buena memoria. No es èsta la primera vez que una palabra se me escabulle, pero ahora es diferente; más años se van acumulando sobre mis hombros… y el no recordar es ya una señal de alerta.
¿Cómo estará el colesterol? ¿No será esta una indicación de senilidad? Tendré que controlar eso. En fin, con el gesto algo contrariado llego a mi casa. Es la hora de la merienda. Enciendo la cocina, preparo el té. El nombre no aparece en mi mente. Luego de una apresurada merienda, insabora, y disgustante sigo buscando en los archivos y casilleros del cerebro.
Estoy sola como es habitual .Enciendo sin prisa el televisor. Los programas no son esta noche muy interesantes. ¿Qué pretende esa folclorista cantando con voz tan desafinada?
Cambio de canal. Está comenzando el informativo de la noche. Todas noticias políticas y de accidentes. Otro niño extraviado
Dónde estará? Muchas veces no aparecen, pero… ¡ojalá, éste no sea el caso! ¡Los padres están desesperados! No es para menos. Pienso en mis hijos de pequeños, luego en mis nietos. Ya todos son mayores. ¡Que época difícil estamos viviendo!
Las noticias deportivas no me importan demasiado, tampoco las predicciones del tiempo. Casi sin darme cuenta intento resolver el crucigrama que dejé inconcluso en la mañana. Todavía no empieza mi Serie preferida. Sin embargo el fondo de murmullos, y la luz del televisor encendido me acompañan.
El nombre intenta aparecer; mi subconsciente lo busca con furia. Yo casi he renunciado. Miro la película, ceno desganada apenas una sopa, leo unas páginas de la novela que me regalaron. ¡En cuántos problemas se mete el protagonista!. Mira que irse a vivir a España justo antes que empiece la Guerra Civil. Y además es idealista y republicano. Debería regresar a su país, pero tampoco allá se encontraba muy bien; recuerdo que había desertado del ejército y quemado el uniforme. ¡Con tal que no deba vestir otro!
La noche está bastante fría Tal vez debí encender la estufa a leña, pero no tengo piñas y ¡Con mi habilidad! El gas está por terminarse, comienza a parpadear. Lo mejor será ir a la cama.
Luego de todos los preparativos previos, incluyendo la bolsa de agua caliente, (hoy es necesaria) me acuesto. Tomo la linda Biblia que me regaló mamá y que es mi preferida, leo uno o dos salmos, costumbre habitual, enseguida apago la luz. De pronto una claridad ilumina mi cerebro: Araceli…
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