miércoles, 13 de octubre de 2010

Oriente


Estoy aquí en este Sur, no tan Sur, ni tan ignorado. Un Sur no muy espléndido ni demasiado desposeído.
Ha pasado para mí la época de las migraciones. Si estuviera en ella seguramente no
optaría  por la zona polar cercana, como destino.
Ave al fin,  quizás trepara el meridiano  y ascendiera por él hacia el Norte que me corresponde. Me detendría apenas en las selvas intrincadas y atemorizantes que me regalarían un poco de su oxígeno, atravesaría el cálido Caribe y curiosa e inconsciente seguiría desafiando los incipientes fríos. Tal vez rozara costas inhóspitas, glaciares peligrosos,  antes de detenerme en el Círculo polar, límite casi infranqueable y culminación de todo viaje.
Otros nortes laterales e invitantes, no habrían de desviarme de mi rumbo, aunque  engañadoras sirenas  me llamaran con sus dulces melodías
Ese destino, está desde ya, desechado por mí.
Existe solamente una dirección hacia la que marcharía sin titubear: El Oriente.
Pero no hablo de un Oriente referencial, minúsculo, relativo, el oriente de algo.
Tampoco hablo del Oriente de Europa, de Asia, o cualquier otro Oriente seguido de preposiciones.
Mi Oriente sería absoluto e infinito. El Sol me esperaría siempre un poco más adelante, inalcanzable como la ollita rebosante de onzas de oro, que según el viejo cuento, espera al pie del arco iris.
Marcharía altiva, indiferente a las naciones, a las culturas, a las planicies, océanos y montañas. Pasaría por el Occidente  que hoy rechazo, ya que para mí, habría siempre un nuevo amanecer  y jamás un ocaso.
Y en ese giro incesante, volvería al  Sur  que amo y desde el que parto, curiosamente  oriente referencial de un río. Si no llegara a él, sería porque soñadora y ambiciosa  habría,  desgarrado mis alas tratando en vano de alcanzar la luz.-
  
2006

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