Llueve.La tarde de otoño es serena y gris.Miro por la ventana de mi escritorio.Enfrente y a pocos pasos está la casa de mis padres. Ellos no están. Tal vez hayan salido. Quiero negarme a mí misma que reposan más lejos, tras una losa fría, en un pueblo fantasma que guarda a muchos conocidos.
Nombres...Nombres...escritos en lápidas con inscripciones y fechas variadas.Es apenas el registro que guarda para la posteridad nóminas y sentimientos de dolor y amor.¡Allí no pueden estar mis padres, mis antepasados, nuestros amigos!
Son seres que reposan, duermen, han vuelto a su estado original de polvo.
Mis padres están conmigo en mis amaneceres y en mis noches.En el pequeño recuerdo cotidiano
Me faltan pero los llevo adentro. Sé que hay una ley divina, un sueño y una resurrección, pero mientras yo exista o tenga raciocinio no necesito una placa donde colocar una flor. Sin embargo con frecuencia acudo a poner una. Lo hago por los demás, para que no los crean olvidados. Para dar cuentas a otros de mi amor imperecedero.¡Qué ridículo! Las flores las pongo día a día en mi corazón donde los llevo para siempre acunados.
realmente me resulta muy, demasiado emotivo. Está excelente. El lo que pienso, pero escrito de modo muy contagioso,
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