jueves, 7 de octubre de 2010

La mano cerrada

Palas apresuradas cavan, cavan el suelo rojizo y dolorido.En las superficiales fosan van cayendo los cuerpos exánimes.Apenas una llovizna de tierra removida es arrojada sobre los tantos muertos.
No hay losa ni inscripción, queda el silencio.
De pronto se adivina una mano cerrada.¿Valor o rebeldía? Quizás apriete un manojo de sueños y de ideales, ahora sin objeto.
No muy lejos otros puños más crispados y violentos, se niegan a la postrera distensión de los cuerpos.Ignoramos si ambición u otras pasiones los animaron.
¡Ay, de todas las guerras!¡Ay de las guerras entre hermanos!
Aun cuando la la blanca mano que parece un corazón florezca en colorida verbena,aun cuando el puño amenazador abra en violáceo cardo, los campos de las patrias, de los pueblos, lloran... lloran...Esperan palmas abiertas en un ademán de olvido y de perdón.
Esperan el prodigio de las manos del labrador y del obrero, de la madre, del niño y del abuelo, del poeta soñador y del soldado digno.
Manos que deberían unirse en una ronda feliz cuando el hombre emprenda el camino de la reflexión y de la paz.
Pero éste avanza siempre, no importa el modo ni a costa de qué. Se da contra la roca y la paz definitiva que yo invoco¡Ay! temo que sea apenas una utopía.

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