sábado, 30 de octubre de 2010

No te vayas Viajero

No te vayas viajero que sueñas el progreso,
te llevarás tus sueños, te llevarás tu esfuerzo,
pero cuando sonrías llorarás esta tierra
buscarás sus colinas y las verás muy lejos.
Lo ha dicho un emigrante que comparte mi lecho,
que anudó a mí su vida, que no tuvo regresos,
y lo enseñó a los hijos, nacidos en la tierra
que visitara un día, joven y aventurero.
No dejes tu familia, tus amigos, tu pueblo.
lucha con valentía para cambiar los vientos,
cifra esperanzas cerca de donde fue tu cuna
porque es tuyo este suelo y la vida sólo una.
No te vayas viajero buscando una quimera.
Lucha como lo hicieron aquellos que vinieron.
Espera, ama, confía, cree, confórmate, brega
y tras nuevas auroras vendrán tiempos serenos.
Si rico has de volverte esa será tu meta.
Si pobre has de quedarte ese será tu sino,
pero quédate cerca de todos tus amores
de no hacerlo, tan sólo llorarás los caminos.
Tú pensarás que aquellos que de lejos trajeron
un bagaje pesado de frustración y duelos,
hicieron su fortuna, levantaron su casa,
y cumplieron con creces sus más caros anhelos.
¡No lo creas, lloraron con lágrimas de fuego!
Si eres joven comprendo por qué inicias el vuelo,
si no tanto, comprendo tu lucha y tus desvelos;
pero tu patria es chica, despoblada de hijos
y te llevas contigo un trozo de su cielo.
No te vayas viajero, resígnate y espera,
no habrá fruto más dulce que el de tu propio huerto,
no habrá tierra más negra, no habrá campo más fértil
ni perfume más grato ni más claras estrellas.
Tu tienes hombros fuertes, manos habilidosas,
intelecto preciado, esfuerzo generoso,
vuélcalos en tu patria, remueve las raíces
y lograrás mañanas sin los ocasos grises.
Si te fueras y un día de visita tornaras
quizá encontraras ricos a los que pobres fueron
tal vez sientas pesares por lo que ayer dejaras
quizás sangres dolores por tu lugar perdido…
Por eso yo ye pido: ¡No te vayas viajero!

jueves, 28 de octubre de 2010

hacia la nada


Yo los vi en el noventa, colmando consulados y ministerios. Pero esto venía desde mucho antes y no ha cesado de incrementarse. Eran jóvenes que a veces portaban amarillentos papeles con nombres de abuelos que quizás les permitirían acceder a la Comunidad Europea. Muchachos y hasta chicas con bebés en brazos, posiblemente  llamadas por compañeros que habían partido antes.
Los vi entonces, formando multitudes que casi se empujaban como si la nave salvadora ya fuera a partir. Ilusionados por luces y sirenas que  llegan siempre de países del Primer Mundo, sin saber qué harían allí. Cualquier cosa que les permitiera sobrevivir aunque las labores fueran tan humildes que jamás se animarían a realizarlas aquí, donde familiares y amigos quizás esperaban otros logros. No importaba si algunos de ellos llevaban un título flamante de profesional bajo el brazo. Partían hacía tierras más ricas y seguramente más prometedoras. Y no comprendían que su propio país que ostenta hasta hoy, lamentablemente, una tasa de natalidad muy baja, equivalente a la de aquellos lugares hacia los que querían emigrar, iba quedando sin hijos, sin brazos, sin inteligencias y sin voluntades.
Fue muy intensa mi pena por ellos y por nosotros. Porque de eso sabía yo bastante. Había compartido mi vida con un inmigrante que amaba a nuestra patria, pero que jamás había dejado de percibir desde la distancia el intenso perfume que exhalaba la propia. Yo  había sentido como mia su nostalgia y sabía que aunque esta tierra que amamos es una de las más acogedoras del Mundo, hay momentos en que se puede sentir extranjero  en ella. Alguien lo hará notar, sin intención por supuesto. Habrá algún derecho que le estará vedado, porque está implícito en la palabra: ajeno.
Nuestros hijos, felizmente no deseaban formar parte de ese éxodo, habían vivido por reflejo muchas lejanías y se habían aferrado al terruño  con más fuerzas que otros.
 Conmovida por la marcha escribí un poema que más que eso era un ruego: “No te vayas Viajero”, mensaje que apenas comprendió aquel que  había retornado. Hoy las partidas continúan. Dejándonos cada vez más pequeños.
Sin embargo esa caravana ya no me inquieta tanto, porque cerca o lejos, ellos están.
Me angustian otras partidas, éstas definitivas y evitables. Me duelen los motores desbocados y atronadores que tragan nuestras rutas como sedientos desesperados. Sus conductores, a menudo jóvenes inconscientes quieren agotar el tiempo que se les asignó, reduciéndolo a un día, una hora, un instante y quedan entrelazados a hierros retorcidos en cualquier recodo o recta de la patria. Me aterrorizan las armas  en manos de niños o adolescentes, me agobia la droga que causa tantas muertes y tanto desasosiego, me entristecen los suicidas que han perdido interés por la vida. Y en medio de ese caos terrible de motos que apuestan a ruletas que jamás darán ganancias, de comerciantes, y cualquier persona asaltada en las esquinas, de familias enteras que perecen en las carreteras  De tanto apuro por llegar a la nada, seguramente no se ha advertido que el suelo es rico, seguro y generoso, que los vientos no son tan fuertes y los sismos y volcanes solamente están en esas mentes enceguecidas que se niegan a ver la luz.
Sufro por las madres que lloran a sus hijos y los hijos que quedan huérfanos, por los hogares destruidos sin porqué, mientras me pregunto si estamos poniendo toda nuestra energía, nuestro valor, nuestra inteligencia y nuestras leyes para hacer que esto cese. Yo  decido gritar: ¡Detente! El camino que has elegido es tan peligroso que son muy pocos los que vuelven.
Quiera Dios que alguien me oiga.


  

martes, 26 de octubre de 2010

Niña..

Hoy miro hacia adentro. Me siento atrapada.
Y soy toda infancia con alas doradas.

Se detuvo el tiempo en mis trenzas prietas,
quedaron mis sueños vistiendo calcetas.

Hoy que lloro siempre ayeres remotos
yo sé que soy niña con sueños ignotos!

¡Niña, niña, niña! Con la piel de seda,
niña en los senderos y niña en la espera.

Mas tuve una vida, palpité de amores.
Amamanté suaves y dulces retoños

Tuve esposo amante y lo tengo siempre,
pero entre nostalgias la niña se duerme.

Jugué con mis hijos, jugué con mis nietos
pero siempre niña voy por los senderos.

Niña es ser el ave que divisa el cielo,
niña es una rosa, niña es el lucero,

niña es la muchacha que esconde sus miedos
y niña en la tarde , alzaré mi vuelo 




viernes, 22 de octubre de 2010

Esperando


Recordemos nuestras suaves colinas, las  redondeadas elevaciones, el agua cristalina zigzagueando entre las laderas  y el mar cambiante y misterioso.
Sentiremos todavía aquellos vientos raramente huracanados y las brisas perfumadas de la primavera.
Era la lluvia casi siempre oportuna y el clima agradable en un país especialmente digno de ser vivido.
     El habitante, conocedor de esos dones era igual, afable, algo indolente y despreocupado. Apto para ser perfecto mediador, defensor de la justicia y de la paz.
A medida que el país progresaba la cultura aumentaba, los intelectos se desarrollaban ampliamente, y muchos hijos de este suelo desde aquí y desde el exterior se convirtieron en expertos en Relaciones internacionales. Modelos de cordura, sabiduría y elocuencia  capaces de apoyar y defender toda causa justa.
    Hoy la inteligencia perdura, la capacitación ha aumentado, sin embargo de aquel paisaje casi paradisíaco, perdura tan sólo el suelo curvilíneo, las verdes praderas y el mar rumoroso.
Vientos muy fuertes han soplado en la naturaleza y en los hombres. Han aumentado los fríos y el Sol se ha vuelto más abrasador.
    Muchos hombres y demasiados jóvenes han caído en la intemperancia, en los errores, en los delitos a que han sido conducidos por hábitos que jamás  sospechamos que surgirían.
    El mundo exterior ha influido dolorosamente en nuestra sociedad y ahora ignoro si seguimos siendo tan ecuánimes y generosos.
   Hoy hay hambre, hijos que emigran, muertes injustas, prematuras, trágicas.
   Tal vez seamos más agresivos al igual que los vientos…
En cambio el suelo sigue siendo firme y confiable, y mientras desde la distancia oímos o vemos escenas de pueblos más iracundos e intolerantes, más pobres e  inestables, nos  atrevemos a extender la mano cálida y gentil  para que sepas  que los golpes fortalecen y que lo único que perdura  es la solidaridad y la comunicación.
Aún tenemos mucho para decir, y aquí estamos
.


jueves, 21 de octubre de 2010

Árboles desvelados


La noche es profunda en el bosque. Árboles oscuros de siniestra apariencia se encorvan sobre el caminante.
Fantasmagóricas  figuras parecen acechar. Sin embargo un observador sagaz adivina que sólo juegan. Su fresco aroma las delata. Huelen a savia, a vida.
El sendero es sólo una ilusión.
Ramas y espinas rozan o hieren al atrevido huésped, quien se desprende sin temor y continúa su marcha.
 Trata de distinguir las extrañas formas. Se le ocurren máscaras de un atávico y extraño carnaval, en el cual Pierrot y Colombina, un espectro, la odalisca y el sultán, la dama veneciana y el caballero embozado en negra capa, parecen danzar un elegante minué.
Se saludan,  sonríen. Ensayan una reverencia.
De pronto, la danza cesa y parecen llorar como niños asustados. Están momentáneamente huérfanos de luz.
Luego callan. Advierten la visita que han esperado  en sus noches  de desolación.
El tiempo ha sido largo. Mimosos, suspiran…
Apenas  algunas aves amigas les han contado de paisajes remotos y cielos inalcanzables, pero ellos están ahí .Los castigan los vientos y los rejuvenece la lluvia. Aun cuando  juegan y ríen temen el amanecer. ¡Quién sabe si con él  no llegará el leñador con su afilada hacha...! 
 Aquellos que desde la distancia miran el nemoroso paisaje, desconocen su mundo interior,  la angustia de sus componentes. Éstos están  demasiado arraigados a la Tierra, tanto, que no tienen fuerzas ni espacio  para mirar el azul…

miércoles, 20 de octubre de 2010

Como el aire

Fueron treinta y tres sorpresas al unísono, inesperadas en ese instante pero demasiado  previsibles por los descuidos u omisiones de los empleadores. Fueron treinta y tres coincidencias. Estaban los que siempre acostumbraban y estuvieron aquellos a quienes el azar  volvió partícipes. Fueron treinta y tres llantos y los mismos desconsuelos. Treinta y tres oraciones simultáneas hacia  Dios a través de varios credos.   El mismo número de individualidades, de desesperanzas y de expectativas. De voces que gritaron sin eco, de pensamientos encontrados y perdidos, de esfuerzos para ser advertidos, de retrospección y de promesas. Fueron treinta y tres ilusiones  y treinta y tres rescates.
Y el Mundo palpitó junto a ellos conmovido por la tragedia por la entereza, la resistencia y la fe.
Pero ahora necesitan ser otra vez  solamente uno entre todos los demás. Necesitan recuperar o transformar sus vidas.  Escapar a ese número casual que pudo ser cualquier otro pero que tuvo en su momento un toque de reminiscencias de muchos treinta y tres. Deben  salir  si es que  ellos así lo desean o necesitan. Es preciso que recobren esa identidad  voluntariamente anónima que los caracterizaba para volver a ser libres. Libres de la curiosidad, de los halagos, de la prensa, de la popularidad,  en su futuro y para su paz. Libres para reflexionar, para trascender más, o volver a las entrañas de la tierra. Libres para agradecer y para rebelarse. Libres para festejar o aislarse, para permanecer en su hogar o viajar por mil senderos. Libres para renunciar o volver.  Libres con mayúscula. Solamente Libres.  

lunes, 18 de octubre de 2010

MI CEIBO

                                                

El ceibo fue traído, joven aún, por mi padre, desde su medio natural al borde de la cañada, y plantado algo alejado de la casa.
Prontamente con tanto espacio para él solo, se volvió robusto, alto, señero.
Sus hojas verdes y hermosas constituían brevemente su follaje que ante los más leves vientos pasaba a convertirse en muelle alfombra.
Sus bellísimas flores alegraban las navidades, pero su duración era muy efímera. Pronto se convertían en un rizado y negro manto que desmerecía el verde césped. Su belleza era pues,  muy pasajera y luego quedaba con sus brazos hirientes y desnudos alzados hacia el cielo. Pero antes había sido rodeado de abejas, moscas, y larvas peludas y atemorizantes.
Con todo, el ceibo fue rey indiscutido de esa parte del terreno que enfrentaba a la ruta que corría hacia el suroeste.
 Pocos años después nuestra casa tuvo su frente justamente en dirección al árbol, que quedaba entonces  mucho más próximo. Éste se había convertido casi en nuestro único jardín, capaz de obsequiarnos su momentáneo pero esplendente colorido Era tan rico en tonalidades que olvidábamos la precariedad de sus flores y lo punzante de sus hojas.
Así fueron pasando los años, la niñez y adolescencia de nuestros hijos.
El ceibo aparecía en cuanta fotografía sacábamos cuando estaba florecido. Tras él, el cerro majestuoso apenas dejaba ver algo de su mole impávida y gris.
Las escobas se iban desgastando y nuestra paciencia también. Toda la familia comprendió que a pesar de nuestro patriotismo y el hecho de que su flor fuera emblema nacional, no podíamos llegar más lejos y con la aquiescencia general, hacha y sierra abatieron al gigante tan salvaje como los pastizales y las agrestes serranías.
Su cuerpo fue fraccionado en rolos irregulares y livianos que ni siquiera sirvieron para  combustión. Pero la rebeldía indómita afloraba cada poco en nuevos brotes que nacían  por aquí y por allá, en cualquier trozo que estuviera tirado en diferentes partes del terreno.
 Fue muy difícil desarraigar la parte inferior que  permaneció formando un pequeño montículo.
Cada lluvia hacía que nacieran ramas largas con sus habituales espinas. El hacha hizo en el tronco muchas fisuras en el intento de destruirlo. Pero ni siquiera el fuego pareció lograrlo
Tras los primeros infructuosos intentos, finalmente aquella especie de volcán,  pareció perder la energía de su magma y quedó en reposo.
Mi esposo también perdió su fortaleza y se fue lentamente hacia un descanso presentido.
Al año siguiente, o unos meses después, el ceibo nos demostró que no estaba vencido. Poseía una energía que no era fácil domeñar y así ante mi sorpresa entró en erupción. Lo advertí una mañana cuando vi los brotes que crecían obcecados buscando la luz.
Yo ya no tenía coraje para enfrentarme a sus desmesuradas ansias de vida y lo dejé crecer, por lo menos un poco.
Hoy parece un  arbusto, sigue desaliñado  como antes, pero cuido que no escape a los límites que le he fijado. Vivirá allí, pero mientras yo pueda dominarlo no volverá a ser el orgulloso portento, única visión del  paisaje. Igualmente sigue obsequiándome sus flores sin ningún rencor. Pero  su tamaño será mucho menor si es que no me vence.
 En su favor, debo decir que creo que se apuró a renacer apenas me quedé sola para ofrecerme su rústica compañía. Fue como un milagro de amor. Dios debió impulsarlo
 Hoy, pequeños los dos,  quizás alcancemos la armonía tan difícil de alcanzar entre un salvaje porfiado y alguien ansioso de paz. 

viernes, 15 de octubre de 2010

desde la nebulosa


Antes que la Tierra se formara  yo ya existía en una nebulosa. Hoy soy una erguida roca que se alza junto al mar. He cambiado mil veces, en los largos milenios.
Mi superficie gris, áspera, esconde un interior inquieto. Átomos se acomodan permanentemente y moléculas desasosegadas, especialmente cuando el calor me agobia, descargan su cuota de electricidad.  Entonces millones de partículas danzan  alocadamente como el más ansioso de los corazones.
El frío alguna vez aletarga algo esos latidos, pero nunca llega a detenerlos.
Los seres a quienes llaman animados no sospechan nada de mi vida interior.
Sin embargo yo veo sus cambios, presiento sus sentimientos, dadas la exteriorización que de ellos hacen. Comprendo que la risa denota alegría y que el llanto casi siempre dolor. Estoy habituada a los largos silencios de aquellos que a mí se acercan, son iguales a los míos.
Me llega el perfumado aroma que me obsequian los montes cercanos. Y veo las alteraciones que ocurren vertiginosamente a  mi  alrededor. Yo también tengo los mías, pero  son casi imperceptibles  para los demás.
Los vientos me golpean con frecuencia pero se rompen al chocarme.
El sol me calienta demasiado en los mediodías  estivales y no alcanza a entibiarme en los de invierno.
La blanca luna en cambio suele aclarar mis noches solitarias.
El mar es mi amigo, mi confidente, casi mi enamorado.
Me trae relatos de lejanos fiordos y de hombres diferentes e iguales a la vez.
Es mi mensajero y yo, dócil me entrego a él Sé que con cada beso algo se lleva de mí
Me adelgazo y empequeñezco con su desmedida pasión. Pero yo necesito su compañía y no intento rechazarlo
Mi entrega es absoluta y total.
Mis alegrías son sencillas, sin exigencias. La esporádica visita de un caminante a quien brindo  sombra o abrigo, el bullicio de los niños, las  aves marinas  que me consideran su atalaya.
Parezco insensible. Sé que dicen “duro como una piedra”, pero   me causan pena, sólo
ven aquello que pueden percibir sus humanos sentidos.
Además qué sería del Mundo sin mi resistencia y la de mis hermanas, tal vez esencia volátil y fugitiva.
Como todo en el Cosmos sufro mutaciones. Sé que poco a poco me iré transformada en arena. Pero siempre he de renacer. Tal vez integre un muro o  una duna
Si me fuera dado elegir alguna de mis posibles formas, elegiría convertirme en cristal. Así atesoraría  la luz que hoy me desprecia. Sería transparente y apreciada, con un algo de magia.
Acrisolada por el fuego que ennoblece y purifica, podría volver una y mil veces, hasta acercarme a aquella forma primigenia  con claridad de estrella..

jueves, 14 de octubre de 2010

los ruidos del mundo

                                          



Hablamos de los ruidos del mundo, y enseguida nos sentimos obligados a excluir todo lo que es agradable a nuestro oído. No sé si con certeza, pero, todo lo dulce, amable, musical, entra en otra categoría. El trino de las aves, una melodía, no están en nuestra concepción de ruido, a esos los llamamos sonidos, están atenuados y tienen armonía
El ruido está en el monótono trabajo de las fábricas, en el sonar de los motores, en el arrastrar un objeto, en la caída de muchos cuerpos, en el tronar de las tormentas y el quebrar de árboles, o múltiples objetos cuando los feroces huracanes. Está en la tala de los montes, en las airadas palabras que se convierten en gritos, en  los ayes angustiosos de dolor, en guerreros iracundos, en el zumbido de despegue de los aviones.  Está en los campos de batalla y en el martillo sobre  la fragua. Algunas veces en el furioso embate de las olas contra las rocas.
Está en el rugido de las fieras y la desagradable emisión, que canto no será, de las aves de rapiña. Está en el pesado caer de las reses antes de convertirse en carne para calmar el hambre  de mil pueblos. Se oirá cuando se arrastran  cueros o se manejan tijeras  al  esquilar a los ovinos. Toda maquinaria que no sea sumamente sutil, producirá ruidos más o menos ofensivos a nuestros oídos. Ruidos causará una aplanadora, igual que autos y motos de competición o escape libre.
Ruidos… ruidos… ¡Son tantos!  A veces se tornan tan uniformes y continuos  que dejan  de  ser percibidos por nosotros, pero están. Salimos de la ciudad y al adentrarnos en la quietud campesina, recién notamos la ausencia de ellos. Tenemos que adaptar nuestros oídos  a  sonidos nuevos provocados por el arroyuelo que corre, el trino de pájaros que antes no habíamos oído, el suave moverse de las frondas.  Esa paz inimaginada antes,   puede incluso parecernos desoladora.
 Los ruidos del Mundo están junto a nosotros, a veces muy agresivos, según sea nuestra actividad, pero casi podría afirmar que el Mundo es un inmenso ruido.
Y aunque en puntillas y mudos marchemos por él, mientras exista cualquier tipo de vida, mientras la Tierra exista, y más, el Universo todo, los ruidos marcharán con él. 

miércoles, 13 de octubre de 2010

Oriente


Estoy aquí en este Sur, no tan Sur, ni tan ignorado. Un Sur no muy espléndido ni demasiado desposeído.
Ha pasado para mí la época de las migraciones. Si estuviera en ella seguramente no
optaría  por la zona polar cercana, como destino.
Ave al fin,  quizás trepara el meridiano  y ascendiera por él hacia el Norte que me corresponde. Me detendría apenas en las selvas intrincadas y atemorizantes que me regalarían un poco de su oxígeno, atravesaría el cálido Caribe y curiosa e inconsciente seguiría desafiando los incipientes fríos. Tal vez rozara costas inhóspitas, glaciares peligrosos,  antes de detenerme en el Círculo polar, límite casi infranqueable y culminación de todo viaje.
Otros nortes laterales e invitantes, no habrían de desviarme de mi rumbo, aunque  engañadoras sirenas  me llamaran con sus dulces melodías
Ese destino, está desde ya, desechado por mí.
Existe solamente una dirección hacia la que marcharía sin titubear: El Oriente.
Pero no hablo de un Oriente referencial, minúsculo, relativo, el oriente de algo.
Tampoco hablo del Oriente de Europa, de Asia, o cualquier otro Oriente seguido de preposiciones.
Mi Oriente sería absoluto e infinito. El Sol me esperaría siempre un poco más adelante, inalcanzable como la ollita rebosante de onzas de oro, que según el viejo cuento, espera al pie del arco iris.
Marcharía altiva, indiferente a las naciones, a las culturas, a las planicies, océanos y montañas. Pasaría por el Occidente  que hoy rechazo, ya que para mí, habría siempre un nuevo amanecer  y jamás un ocaso.
Y en ese giro incesante, volvería al  Sur  que amo y desde el que parto, curiosamente  oriente referencial de un río. Si no llegara a él, sería porque soñadora y ambiciosa  habría,  desgarrado mis alas tratando en vano de alcanzar la luz.-
  
2006

martes, 12 de octubre de 2010

Encuentro

Yo hoy te vi Alicia.Estabas frente a la caja de ese supermercado. Tal vez no tenías los ojos que te pienso, ni los cabellos.Quizás estabas más morena. Pero te vi.¿Un gesto pasajero?¿una sonrisa leve?
Parecías más joven que la última vez y un poco más adulta que la niña que recuerdo. No supe si tenías las mismas inquietudes, el ansia de horizontes nuevos que te llevara lejos muchas veces. Ignoro si se atropellaban ateridos tus sueños, o eras feliz con la plenitud que estabas alcanzando.No alcanzo a imaginar si sigues bulliciosa luego del intenso trabajo. Pero sé que eres fuerte y abierta y libre como el ave
Sólo sé que te vi en el comercio y marcaste mi día y tuve para ti un recuerdo profundo y emotivo.
Yo hoy te vi...Alicia

viernes, 8 de octubre de 2010

Dualidad

Dentro de mí hay un amo. No sé si habita mi cerebro o mi corazón.Muchas veces lo advierto,otras contrariamente coincide y se funde con mi yo.Generalmente intenta evitar mis tropiezos o mis estrepitosas caídas. De su carcaj extrae múltiples saetas que me arroja como advertencias, las que no siempre, sin embargo,logran llegar a tiempo.
Mis palabras o mis gestos escapan con frecuencia, irreflexivas,impertinentes, no meditadas.Muchas veces antes que el pensamiento las rubrique.
Mi amo, desarmado,deja caer los brazos en señal de pesar e impotencia.
A pesar de la desigualdad de los tiempos, el aviso tardío llega al fin y si no ha logrado su objetivo me causa un sentimiento de culpa o frustración.
En realidad más que amo, mi poseedor es un mentor. Faro que se enciende prontamente ante mis tempestades interiores.Pero yo voy de prisa desconociendo los agresivos vientos  que amenazan mi nave frágil y poco marinera.
Algunas veces estalla en mi interior cruenta batalla. Yo desafío abiertamente las leyes de mi guía. Deseo sentirme libre, transgresora.
Quiero volar hacia el éter aunque éste sea a la vez atrayente y atemorizador
A menudo diría, ambos coincidimos y la paz que fluye desde mi más recóndito interior se extiende hacia afuera donde hace eclosión en perfumados ramilletes de rosas o en plácido vuelo de blancas palomas.
Debido a mis rebeliones, temo que mi ángel interior me abandone un día cansado de mi personalidad cambiante.
Pero comprendo prontamente que eso no es posible. Formamos una dualidad única, precisa, indivisible, aunque a veces prime una u otra
Mi amo y yo vamos por la vida con golpes o complacencias, afrontando peligros, sorteando obstáculos, porque somos uno frente al Mundo y dejaremos de ser, al mismo tiempo, cuando llegue el momento del dormir.

jueves, 7 de octubre de 2010

La mano cerrada

Palas apresuradas cavan, cavan el suelo rojizo y dolorido.En las superficiales fosan van cayendo los cuerpos exánimes.Apenas una llovizna de tierra removida es arrojada sobre los tantos muertos.
No hay losa ni inscripción, queda el silencio.
De pronto se adivina una mano cerrada.¿Valor o rebeldía? Quizás apriete un manojo de sueños y de ideales, ahora sin objeto.
No muy lejos otros puños más crispados y violentos, se niegan a la postrera distensión de los cuerpos.Ignoramos si ambición u otras pasiones los animaron.
¡Ay, de todas las guerras!¡Ay de las guerras entre hermanos!
Aun cuando la la blanca mano que parece un corazón florezca en colorida verbena,aun cuando el puño amenazador abra en violáceo cardo, los campos de las patrias, de los pueblos, lloran... lloran...Esperan palmas abiertas en un ademán de olvido y de perdón.
Esperan el prodigio de las manos del labrador y del obrero, de la madre, del niño y del abuelo, del poeta soñador y del soldado digno.
Manos que deberían unirse en una ronda feliz cuando el hombre emprenda el camino de la reflexión y de la paz.
Pero éste avanza siempre, no importa el modo ni a costa de qué. Se da contra la roca y la paz definitiva que yo invoco¡Ay! temo que sea apenas una utopía.

martes, 5 de octubre de 2010

LLUVIA

Llueve.La tarde de otoño es serena y gris.Miro por la ventana de mi escritorio.Enfrente y a pocos pasos está la casa de mis padres. Ellos no están. Tal vez hayan salido. Quiero negarme a mí misma que reposan más lejos, tras una losa fría, en un pueblo fantasma que guarda a muchos conocidos.
Nombres...Nombres...escritos en lápidas con inscripciones y fechas variadas.Es apenas el registro que guarda para la posteridad nóminas y sentimientos  de dolor y amor.¡Allí no pueden estar mis padres, mis antepasados, nuestros amigos!
Son seres que reposan, duermen, han vuelto a su estado original de polvo.
Mis padres están conmigo en mis amaneceres y en mis noches.En el pequeño recuerdo cotidiano
Me faltan pero los llevo adentro. Sé que hay una ley divina, un sueño y una resurrección, pero mientras yo exista o tenga raciocinio no necesito una placa donde colocar una flor. Sin embargo con frecuencia acudo a poner una. Lo hago por los demás, para que no los crean olvidados. Para dar cuentas a otros de mi amor imperecedero.¡Qué ridículo! Las flores las pongo día a día en mi corazón donde los llevo para siempre acunados.

lunes, 4 de octubre de 2010

Como luciérnagas

Milagro de las luces que se abren en la noche,insinuando carreteras donde hay verdes pastizales,marcando límites irreales en las rutas más anchas,o avisando que las rectas de pronto han dejado lugar a curvas pronunciadas.
¡Fanales o lámparas! Algunas llegan a fingir sendas amplias en el mar dormido e insondable. Hay luces quietas, que acercan un  cielo espléndido y enjoyado, pero otras móviles empujan imperiosas a las precedentes, o se incorporan a ellas , convirtiéndose en collar  extenso cuyo broche se han olvidado cerrar.
Desde altas columnas muchas derraman blanca leche en la noche tenebrosa.
¡Luces, luces, luces! Claridad afectuosa o impertinente, que finge salidas donde nadie intenta pasar, y que turba intimidades o devela secretos desprevenidos.
Pueden ser abrigo ilusorio en el frío de la madrugada o anuncio de peligro en zonas desconocidas,abalorio
en las ciudades o apenas cerilla en la campaña. Alguna vez, lamentablemente, son apenas el terrible relámpago que precede al fin. Cesan un poco antes que se oiga el desgarrador ulular de las sirenas

domingo, 3 de octubre de 2010

Presentación

Inicio este blog para exponer muchas reflexiones que escribo, o lo he hecho en momentos especiales de  descanso o soledad. No son muy profundas pero sí personales.
Espero que el querer compartirlas no se considere la  manifestación de un ego absurdo o desmedido.Son apenas pensares que desearía tuvieran más eco que rechazo. Ojalá la Vida me haya regalado algo de cordura ya que me apasiona compartir, especialmente con los jóvenes. Si no es así, consideren que son apenas las divagaciones de una  abuela.
W.P.V.