viernes, 5 de noviembre de 2010

Festividades

Este Día de Brujas que nos llega a través de los medios de comunicación, ya sean cine  televisión o lecturas, es algo tan trastocado en nuestro hemisferio, tan sin sentido, con su origen druida o celta y con una significación tan poco cristiana, con sus máscaras que sin que lo notemos, tienen algo de demoníaco, nos parece extraño que se haya afincado en nuestro medio. El estudio del idioma Inglés también favoreció su difusión o trasplante a nuestras tierras, ya que allá  figura como una festividad de destaque. Y qué decir de los comercios que encuentran en una nueva fiesta  otro día de ganancias exitosas.  Nuestros niños y jóvenes ansiosos de diversiones la han aceptado como un mini carnaval. También   ha sustituido a aquel antiguo golpear de las puertas para pedir una monedita para el Judas que sería quemado después, hábito  que vino seguramente desde España. Claro que ahora se piden dulces, si los tenemos  para ofrecérselos, cuando lleguen sacudiendo sus calabazas pequeñas, que reemplazan a las antiguas calaveras.
Realizamos conmemoraciones extrañas sin meditación. Ellas  nos invaden. Y nosotros quedamos presos de sus redes .Los muchachos, hijos, nietos, vecinos,  son apenas el instrumento que las disfruta inconscientemente. Los niños, sanos  inocentes y  juguetones aceptan las novedades que les llegan.
Yo pienso con más recelo porque la he visto llegar tardíamente, cuando mi edad avanzada suele buscar los por qué, y  porque he conocido otras influencias  a veces muy buenas y bonitas a través de mis años, y otras ridículas y fuera de lugar.
Yo viví Nochebuenas sin arbolitos, antes eran los pesebres solamente, después ambos y más tarde empezó a llegar alegre y colorido el barbado Papá Noel, que no sé cómo se enlazó al nacimiento de Jesús. Surgió  allá en los países nórdicos, o fue trasladado allá por la fantasía, ya que también se confunde con  Santa Claus o San Nicolás. Yo los fui aceptando  con más curiosidad   que  simpatía como algo original, pero supe que era ajeno totalmente a nuestras tradiciones. Fantasioso como los renos que tiran un  carruaje con campanitas sobre los hogares, alentados por las sonoras carcajadas, del conductor.
Leí sobre el origen del primer árbol engalanado y los primeros villancicos. Una historia preciosa  Por supuesto  también  aprecio a los simbólicos Reyes Magos que figuran en la Biblia, cargando  presentes para el Niño Dios. Ellos alegraron los primeros años de mi infancia y  de infinidad de generaciones. Hoy han quedado bastante opacados con el algarabío de las festividades anteriores que van menguando si no sustituyendo a los regalos de seis de enero.
Esos  mitos eran los  que nos habían transmitido nuestros antepasados ibéricos, porque los italianos habían reemplazado si no  la fecha, por lo menos a los reyes con una viejecita encorvada y generosa, la Befana, que llenaba las medias que colgaban de los “focolares” o estufas con frutas acarameladas y otras golosinas. En cambio  el  pesebre es allí importantísimo, hasta hoy.
Pero Europa se moviliza actualmente tras el poderoso “Santa” que ha conquistado  a todo aquel que espera un  vistoso y multicolor  paquete con los obsequios más variados, los veinticinco de diciembre. 
 En realidad estas fiestas exóticas que tomamos como nuestras ,y por supuesto no me refiero a la Navidad sino a la manera de festejarla,  me hacen comprender lo permeables que somos a todas las influencias, buenas o malas, ya sean de vestimenta, hábitos, música, u otros tópicos. Y  así como vamos perdiendo nuestras raíces también vamos sustituyendo vocablos de nuestra Lengua  hispana, rica y hermosa por una arrolladora  invasión de anglicismos que   tienen equivalentes claros  en nuestra lengua madre.  Sería grato que pudiéramos dejar a nuestros  descendientes  por lo menos nuestro  idioma correcto y entendible y las tradiciones que nos han marcado como individualidad o por lo menos regionalismo en el mundo. La globalización no nos obliga a incorporarnos a ninguna caravana que nos parezca ilógica, foránea o contraria a nuestros principios, y más a nuestros orígenes. Pero creo que  Halloween, seguramente ha llegado para quedarse.



  

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