Hoy he roto no sé qué Mundo de inhibiciones y temores y he
resuelto escribir un libro.
¡Qué ampulosa palabra para designar a este borrador en el
cual trataré de transformar en palabras todas aquellas ideas, pensamientos y recuerdos que han danzado en mi mente durante
tantos años!
Quizás pueda encauzar en él mis inquietudes y mis
aspiraciones desconocidas aun para mí misma.
Dijo alguien que un hombre debe tener un hijo, plantar un
árbol, escribir un libro… Pienso en el ser humano, hombre-mujer, y quiero
confundir al hijo con el árbol. Entonces puedo decir con cierto orgullo que he
plantado dos árboles, arraigados con amor en éste y otro suelo.
Por ello sus raíces han de extenderse ávidas hasta alcanzar
las vertientes más profundas, las que habrán de fortificarlos proyectándolos en ramas fuertes que puedan ser
pródigas de frutos.
Para esos mis árboles, para ellos mis hijos, escribiré mi
libro.
El futuro, su futuro, será más claro y luminoso si sus
plantas se afirman seguras y orgullosas, sobre la base firme de seres
anónimos que día a día construyeron una
época.
Será esta la historia de nuestra familia, de nuestra pareja,
de nuestro hogar y ¿por qué no? De aquellos ancestros que la crónica o el
contar memorioso de algún familiar pudieron rescatar del olvido.
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