martes, 22 de marzo de 2011

Demonios

No son nuestros hijos, nietos ni vecinos los que se enfrentan en justas mortales en las rutas de toda la Patria cabalgando corceles de hierro. No son ellos los que pasan enardecidos desafiando las luces rojas. No, no pueden serlo. Son demonios enloquecidos que los han poseído. No se sabe por qué resquicio penetraron en sus mentes insensatas, vacías de Dios y llenas de rebeldía. Pero sí son ellos los que quedan entre los hierros retorcidos, abrazados con algún viajero o pasante que ocasionalmente estuvo cerca en ese momento.
Y nuestra pobre Patria viste luto por esas partidas sin sentido, porque va quedando sin hijos.Y hay niños sin padre, padres sin hijos y esposas sin marido Desde las entrañas mismas de la tierra invadida por esa sangre derramada en holocausto a Lucifer, surge un alarido que se transforma en temblor, en terremoto.
Censuramos siempre las guerras estériles entre pueblos, luchas provocadas por las ideas opuestas a menudo de gobernantes o sectores menores, por ambiciones, intereses o rencores. Son injustas en verdad,y los muertos incontables. Pero nunca`podremos comprender el desprecio por la vida que muestran estos muchachos, que no viven en la miseria, pues adquieren las armas con las que luego intentan desafiar la ley de las probabilidades en juegos sin sentido. Aparentemente forman parte de una secta desquiciada que no sabe que cada uno de sus miembros es único e irrepetible. Egoístas, inconcientes, presas de esa febril locura se lanzan alocados entre el más intrincado tránsito. Ellos apenas ven pistas abiertas donde entre la más estruendosa marcha atentan contra la vida de cualquiera. Hemos visto a otros motoqueros en otros tiempos, poseedores de máquinas grandes y poderosas que cometían desmanes y atemorizaban poblados, pero ninguno de ellos atentaba contra su propia vida. Siempre surgen modas nuevas, en vestimentas, en música, en sexo. No las hemos comprendido muchas veces,ni hemos compartido las más transgresoras. Afortunadamente han surgido en lugares más alejados y apenas las hemos conocido a través de pantallas, de revistas, de noticieros.
Seguramente alguien a la vuelta de nuestra esquina quiso imitarlos y también hemos ingresado en cambios no muy favorables, pero este suicidio masivo que deja más de un muerto diario en nuestras carreteras esto jamás podremos comprenderlo.
Si no hay autoridad pública o prevención hogareña que pueda impedirlo no nos queda más que alzar nuestra mirada al Señor y en una oración colectiva, fuerte, sincera rogar que su poder logre que los demonios huyan de esas pobres mentes perdidas que corren con prisa y alucinadas hacia la nada.

1 comentario: