Yo anduve una tarde sendero entre tilos
tan altos, tan viejos, que hacían soñar
que cruzaban damas con largos vestidos,
de sedas sonoras en grácil pasar.
Y los tilos siempre erguidos miraban
desde su estatura mi pequeño andar
dándole su aroma a la tibia tarde
para saludarme, con su claro frac.
Esas cosas locas surgieron de pronto
porque soy de aquellas que gustan jugar
con las fantasías de tiempos de otrora
esas que ya nunca se repetirán
Y si llantos hubo en la senda aquella,
por los devaneos de dama o galán,
acaso los tilos con la dulce esencia
de sus flores ocres, pudieron calmar.
Es que yo provengo del otro hemisferio
donde tilos viven, sin lucir igual
porque nunca forman tan alto cortejo
de avenida hermosa para recordar.
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