La feria derramada
a las once del día
mostraba muchas caras
y miles mercancías.
El paseante llevaba
una mirada aguda,
billetera cerrada
y un andar sin apuro.
Le sonrió a los cachorros,
le tentaron las uvas,
pero siguió su paso,
tal vez no eran maduras.
Vendedores voceaban,
otros decían: qué lleva
vecino, esta mañana?
Él seguía sin pena
Tantas cuadras pasando
sin saber qué quería,
y era sólo engañarse
pues nada compraría.
Empujones y gritos…
Siempre ausente pensaba:
¡Cansador el domingo,
es dura la jornada!
Así el mundo había visto
desde afuera y marchando
En una larga lista
lo que le iba faltando.
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