RECUERDOS PARA
UNA BANDA
Museo Regional Alvaro
Figueredo de Pan de Azúcar. Nuestro paso se detiene allí, frente a la que fuera
casa natal del Poeta.
Restaurada y embellecida luego de largos
años de abandono, durante los cuales, habitantes circunstanciales, no supieron
detener las huellas del tiempo, implacable desgastador. Hoy es un nuevo y
atractivo centro cultural de la zona.
Nos sentimos
motivadas profundamente y, entrecerrando los ojos con un algo de nostalgia,
vemos renacer en
la alta puerta el aldabón y el buzón de reluciente bronce. Sin saber cómo vamos introduciéndonos en una
parte importante de nuestro ayer.
En aquel nuestro pasado, el poeta no es el
niño que corre por las espaciosas salas, sino el maestro y profesor que, a la
vuelta de la esquina ha construído el hogar donde se refugia con frecuencia
para dar curso a su fecunda creatividad.
La madre no es ya la joven señora que lo
acuna con amor, sino la venerable anciana, que muy cerca suyo, disfruta la
proximidad de los nietos.
Para nosotros, entonces, ésta, la de
General Artigas casi Francisco Bonilla, es la casa del “Maestro”.
Nos referimos a un maestro que habitó en ella más de diez
años, acompañado de su esposa. Alguien que no llevaba el apellido Figueredo o
Bonilla como los propietarios. Un
inquilino apenas, que no se dedicaba a
la aritmética ni a la gramática. Era un maestro de Música, que llegado en 1942, tuvo como cometido el
crear una Banda Popular en la Villa.
Quizás parezca extraña esta mención, pero más
curioso aparece el pretendido desconocimiento de ese hecho.
Es imprescindible sacudir estos casi
cincuenta años de olvido, para que muchos hombres de hoy se reencuentren integrando
aquel grupo primigenio de músicos
principiantes. Sin dudas, así, sentirían renacer parte de su juventud.
Insistimos pues,
en afirmar que, en la década de los cuarenta surgió, no en virtud de una varita
mágica, sino de hábil batuta, la BANDA POPULAR DE PAN DE AZÚCAR.
Previamente
existió, por supuesto, el espíritu de un núcleo
de conocidas figuras de la comunidad que pusieron su empeño para concretar
aquello que al principio fue apenas una
tímida ambición. Formóse una Comisión que según reza el acta primera, fechada
el 15 de diciembre de 1941, estuvo integrada por Doña Isabel Núñez de Abal,
Máxima P. de Núñez,
Rosa G. de
Demartino, Aurita de Alles, Inés Goicoechea, Santiago de Alles, Eduardo Becco,
y Lázaro Palacio Núñez.
El acta número dos, pertenece al año 1942 y menciona
la renuncia de la Señora Demartino que se traslada a la Ciudad de San Carlos. A
continuación informa que el cargo acéfalo es ofrecido al Señor Intendente Departamental Don Félix
Núñez, quien lo acepta. También indica que la Junta Local contribuye con quince
instrumentos musicales, bastante deteriorados.
El año siguiente
será el de las concreciones. Instrumentos restaurados, adquisición de otros
nuevos, elección de un maestro entre los varios que responden a un aviso publicado
en el diario capitalino “El Día”, así como la apertura de un registro
para aspirantes a músicos.
El Maestro Emilio Coccioli Castello pasa a
residir en la localidad.
Muy pronto logra
maravillas, haciendo que los aprendices,
veinticinco jóvenes, algunos de ellos apenas adolescentes, ejecuten con soltura
y precisión. Pocos meses después la banda es ya una realidad.
El hecho
sorprende gratamente a Intendente y Comisión, aunque ellos confiaban desde el
comienzo, en la capacidad de aquel músico experimentado dedicado y laborioso. Más aún con una amplia
trayectoria anterior.
Radicado desde
muchos años atrás en el país, había destacado como músico, creando otras bandas
y desempeñado diversas e importantes actividades.
Original de la
ciudad de Lecce (Italia) poseía la
inclinación musical, tan común en esa zona del Mediterráneo. Allí había
adquirido su formación primera, perfeccionada en otras ciudades de la Península,
entre ellas Ferrara.
Al principio la
Banda contaba con dos bajos, dos bombardinos, tres trombones, un requinto, un
redoblante, un bombo, platillos, tres pistones, una flauta, seis clarinetes y
cuatro geny.
A partir del
momento de su formación se pensó en un debut importante. Para el mismo fueron creadas comisiones auxiliares. Así, en
febrero de 1944 se presenta con un éxito total en una hermosa fiesta que tuvo
lugar en la “Sociedad Recreativa La Trilla”. Luego de esto, no hubo celebración
patriótica o de otra índole en la cual aquel grupo de muchachos vistiendo
elegantes uniformes azules, guantes blancos y gorra con visera no participara.
Tomamos al azar
una nómina de pago, escrita con la cuidada e inconfundible caligrafía del maestro. Pertenece al año 1946, pleno
auge de la banda.
Allí encontramos los siguientes nombres:
Dante Aguirre, Édison Salaberry, Yamandú Goicoechea, Héctor Albónico (h.),
Regino Bargueño, Armando Miraballes, Raúl Barbarita, Sergio Cabrera, Miguel
Angel Bonilla, Omar Barragán, Rubí Gutiérrez, Osvaldo Plada, Juan Martínez,
Herman Ágner, Miguel A. Carrasco, Cándido de León, Asdrúbal Suárez, Edgardo
Díaz, Juan y Sergio Monfort, Willy Ágner, Raúl Buzó y Saúl Martínez.
No figuran en
esta lista los nombres de varios de los primeros músicos como JulioFonseca,
Lino González, Javier Silva, Miguel Cursach, Victorio Escobal y Américo
Dorrego.
Tampoco aparecen
los nombres de otros integrantes que recordamos pertenecieron a esta banda y que sin duda están incluídos en nóminas de
otra data. Entre estos últimos figurarían
Silvestre Núñez, Ismael Bonilla, Nelson Cabobianco, Carlos Ferreira, Cayetano y
Hugo Golfarini, W.González, Amado Fernández.
Por entonces la
banda era requerida constantemente. Se presenta en Maldonado, Garzón, Aiguá.
Debido a este
éxito, las inquietudes musicales aumentan. Surge así una orquesta formada por
varios de los miembros de la banda que
aprenden a ejecutar otros instrumentos, guitarras, violines, piano, acordeones.
Más tarde una
orquesta de niñas acude a los actos de clausura de cursos, de las distintas
escuelas de las cercanías.
Haciendo gala de versatilidad y dinamismo el
maestro dirige el coro de la Escuela N.6 y de otras del Departamento.
A su casa acuden numerosos niños que tratan de aprender
a sonar variados instrumentos y adultos que desean aprender canto lírico
Muchos niños
logran su objetivo y surgen en ese período varios profesores.
No dudamos que
no pocos comparten nuestros recuerdos, otros se han alejado de nuestra ciudad,
y algunos lamentablemente se han ido físicamente para siempre pero están
confundidos en aquel ayer que rememoramos con singular cariño.
Formóse una
especie de familia que compartía horas de estudio, alegres fiestas de
cumpleaños, algarabías, risas y llantos frecuentes en los días de niñez.
Entre muchos,
surgen nombres nunca olvidados como los de Dora De León, Mary Goicoechea
García, Teresita Blois, Mabel Batista, Norma Sierra, Nubia, Marta y Susana
Araújo, Álvaro Tell y Silvia (Chispa) Figueredo, Oscar y César Bonet, Luz
Sención, Zulema de León, Zulma Galleto, Marta Bargueño, Tito Goicoechea.
.
En aquel período
se efectúan, incluso, exámenes conciertos, verdaderas galas, vestidos largos,
trasmisiones en directo por la entonces única radio del departamento.
Pero el mundo va
de prisa, todo es ya muy lejano.
El ejecutar en
la banda es para algunos solamente un
pasatiempo, un enriquecimiento cultural para otros, un trabajo atrayente para los menos.
Llega un momento
en el que decae el entusiasmo. Han pasado primaveras y aunque el elenco no es estático,
sino que ha ido renovándose, los adolescentes van convirtiéndose en hombres que
adquieren nuevas obligaciones en busca de
su futuro. La Banda
se reduce en número de componentes y la Comisión formada ahora apenas por cuatro
miembros, de los cuales sólo Don Félix Núñez y Juan Angel Pereira estaban desde
los primeros años, se enfrenta a la triste misión de reconocer que el empuje
primero es un pálido recuerdo. Que el otrora brillante conjunto musical ha
dejado de existir. Es entonces diciembre de 1953.
De todo aquello, aparte de esta emocionada
memoria, porque tuvimos la fortuna de vivir de cerca su desarrollo, quedó una
suma de dinero que, por voluntad de una
comisión creada a posteriori de la disolución
del grupo musical, es destinada, casi diez años después, a engrosar los
fondos con que habría de erigirse el monumento
a José Artigas en la Plaza 19 de Abril.
Con el fin de la
Banda los esposos Castello se trasladan a Montevideo, donde a consecuencias de
una enfermedad crónica, agravada por el incesante ir y venir en los años de trabajo intenso, fallece el
Maestro en diciembre 29 de 1955.
Hoy, opacados
por la pátina de olvido y de tiempo, algunos instrumentos reposan en un rincón de la Casa de la Cultura de Pan de Azúcar.
Rescatados de un peregrinaje por otras ciudades del Departamento, son ahora un mínimo testimonio de la grandeza que
vivieron.
Nosotros, cada vez que oímos las notas de
un violín, los acordes sonoros de un piano, la bella voz de un cantante
entonando un aria de Verdi y, por supuesto, el paso marcial de una banda,
revivimos la pequeña figura del maestro, invariablemente vestida de traje, camisa de cuello casi duro,
donde destaca la siempre renovada corbata, botines finos y lustrosos… y vemos
la alta puerta, de bronces refulgentes, tras la cual nació, brilló y murió
aquella inolvidable Banda Popular de Pan de Azúcar.