Brevísima y objetiva biografía de quien
fuera mi mamá
Irma Pereira (7 de agosto/1916/20 de setiembre 2000
Nativa de la zona de Pan de
Azúcar, conocida como El Sauce,
pertenecía a un hogar humilde y fue la mayor de seis hermanos, de los cuales
solamente uno era varón.
Desde los siete años quedó al cuidado de sus
abuelos maternos, cuando su papá debió alejarse de la zona para ocupar
diferentes trabajos en otras secciones del Departamento de Maldonado. La esposa
y demás hijos lo acompañaban.
Su niñez y adolescencia fue
bastante solitaria, junto a sus abuelos bastante mayores y un tío. La educación primera la recibió de una joven familiar
muy preparada que ofició de maestra durante varios años, porque la escuela quedaba bastante alejada de su
hogar. A pesar de esa soledad, su vida fue bastante confortable y aunque en un
ambiente serio y austero, recibió un especial cuidado. Los viajes al pueblo no
eran muy frecuentes, y se complacía cuando podía visitar a sus padres y
hermanos donde lógicamente el ambiente era más alegre y bullicioso si bien menos
cómodo. Era bastante bonita como para despertar el interés de muchos jóvenes
que ocasionalmente se cruzaban en su vida.
Siendo muy jovencita se ennovió con un funcionario policial Juan Ángel
Pereira, con quien tenía cierto parentesco, pero debido a su crianza apartada,
junto a sus abuelos, casi no conocía. Cuando tenía diecisiete años se realizó la boda y por primera vez pasó a
vivir en la ciudad. Primeramente fue San Carlos donde nació su única hija, a
quien llamaron Wilma. Los sucesivos ascensos del esposo los enfrentaban a
traslados a veces frecuentes. Las permanencias más largas fueron en Punta del Este y en Pan de Azúcar, donde el esposo sería Comisario
durante diez años hasta culminar su carrera policial. La pequeña familia había
retornado así al pago de sus respectivos
antepasados, donde permanecerían hasta el final de sus días.
Los
primeros veinte años de matrimonio ella los
dedicó solamente a las tareas del hogar, a atender a esposo e hija. Su salud no
muy buena, no le permitían nada más, y quizás por aquellos primeros años
tampoco anhelaba otra cosa. Radicada en
la ciudad desde hacía unos quince años, comenzó transpuestos sus cuarenta años, una labor de servicio a la Comunidad , animada por
una fortalecida fe cristiana. Para ese entonces su esposo se había jubilado de
su cargo y su hija acababa de casarse.
Aprendió a dar inyectables y a tomar la
presión, conocimientos agregados a su formación como masajista. Dado que el
barrio en que residía estaba bastante alejado del hospital local, Salud Pública
la autorizó prontamente a aplicar esos conocimientos.
Desde
entonces no hubo día ni hora en que no atendiera a cualquier vecino en su
domicilio, o acudiera al de ellos. Este trabajo comunitario lo hacía a pie y
muchas veces portando su lámpara de
rayos infrarrojos para otras dolencias. La mayoría de las personas a las que
atendía eran ancianos y niños,
ya que solían ser los más
susceptibles de dolencias. El conocimiento de los habitantes del barrio se hizo
perfecto, lentamente comenzó a concurrir a zonas cada vez más alejadas.
Un día pensó que sería interesante poner una
pequeña policlínica en otro barrio, sin descuidar a sus vecinos. Eligió el
Barrio Estación. Su determinación era grande y su tesón mayor. Pronto un señor
le proporcionó una sala para que cumpliera su propósito. En ese tiempo contó
con una motoneta. Prontamente se instaló allí concurriendo todas las tardecitas
por varias horas. Una vecina, enfermera universitaria, Dolly Lorenzo le dio su
apoyo, y un conocido médico, Andrés Accinelli se comprometió a visitar aquella
minúscula policlínica una vez a la semana. Pero ella deseaba dar un testimonio
de la religión que profesaba: Adventistas del Séptimo Día, poniéndole el mismo
nombre que daban a toda institución benéfica de salud, y obtuvo permiso para
actuar bajo el nombre de OFASA.
Varios
años trabajó en ese reducido salón hasta que una amiga, valorando su dedicación
le donó un terreno. Se trataba de
la señora Marita Pacheco de Blois. Eso no bastaba, sin embargo, ya que era
necesario el dinero para la construcción del edificio. Fue así que por
mediación de un joven amigo, luego médico, Haroldo Pi, consiguió la donación de
otro terreno en un lugar que pareció más apropiado. Esta vez del señor José I.
Fontes. Con la venta del primero, obtuvo una suma importante pero insuficiente.
Con la misma, concurrió a su iglesia en Montevideo y allá, viendo el valor de
su esfuerzo, le proporcionaron todo lo que faltaba para construir la obra. La Policlínica estuvo
terminada finalmente. La misma fue inaugurada en el año 1982, año en que
coincidieron las inauguraciones de varios centros de enseñanza y de la Biblioteca Municipal.
Tanto la enfermera como el doctor Pi, que entonces ya era médico y había sustituído a Accinelli, la acompañaron mucho. El Doctor fue nombrado Director
responsable de la enfermería. Trabajaban
gratuitamente. Si bien no compartían el mismo
ideal religioso, deseaban servir a la comunidad. Ese funcionamiento
continuo, se mantuvo hasta el año 2000, cuando Irma falleció. Durante tantos
años, aunque sus primeros colaboradores todavía estaban, acudieron al dispensario casi todos los médicos que
iban surgiendo en la ciudad. También Ofasa proporcionaba mucha ropa que era distribuida allí, a personas de pocos recursos y a niños
de las escuelas, también muy necesitados.
Fue otra de sus preocupaciones salvar a muchos adolescentes de situaciones
sociales o familiares difíciles. A éstos los aconsejaba, y también con sus
gestiones les conseguía becas en colegios formadores de conducta y de principios
morales que les permitieran encauzar su
futuro.
Aunque el nombre de Cristo aleteaba con frecuencia
fuera de la policlínica, ya que allí no se requería otra cosa que llegar para
ser atendidos, encontraba que servir al prójimo era la mejor manera de dar un
testimonio de fe .Y en esa misma fe y con
una actividad permanente, realizada sólo por su fortaleza cristiana,
hasta tres meses antes de su fallecimiento, ya que llevaba casi dos años de
padecer una gravísima enfermedad, falleció en la ciudad de San Carlos donde comenzara
su vida de esposa y madre. Sin dudas Dios la impulsó en su actividad social y
religiosa y con su fe intacta entró en el descanso prometedor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario