miércoles, 6 de marzo de 2013

Falsa identidad


                                   
                                                                       Un heterónimo para compartir mis divagaciones.

Si  deseara fingir que soy otra, elegiría firmar Abril Romero, seudónimo bajo el cual escondería el  perfil de escritora, mi otro yo, la educacionista Alma Estévez Vazzi. Entonces también tendría que crearle una identidad más allá de un nombre. Ésta sería una  de las posibles biografías:                 

Alma nace en Colonia del Sacramento en 1944. Hija un juez de paz de origen español y  una pianista descendiente de  valdenses, crece en un ámbito de gran apertura filosófico – religiosa.
Con sus hermanos Martín y Franco concurren tempranamente a la escuela Nº 90, con la dirección amable y conductora de la maestra Ada López.
Posiblemente  por el ejemplo de la maestra,  la que sin hijos ha volcado todo su saber y su amor en  los educandos, Alma decide dedicarse a la docencia.
Se gradúa, con altas calificaciones  en el Instituto Magisterial de Colonia, que se  había creado  justamente en  el año en el cual ella nacía. Allí su querida maestra daba clases de Didáctica, Psicopedagogía y Caligrafía. Era el año 1962
A pesar de su  fuerte vocación  y del  apego a la hermosa ciudad natal, no  es allí donde se iniciará como docente, ya que unos meses después contrae matrimonio con el alférez aviador Luis  Marquina y se radican  en  el Departamento de Durazno,   específicamente en Santa Bernardina  donde él es destinado. Allí ella  comienza a ejercer la docencia.
 En 1965 su esposo es  trasladado, ahora a Montevideo. Es ya  reconocido dentro de su brigada como excepcional piloto de pruebas e incluso de arriesgadas acrobacias aéreas. Debido a ello, es enviado con frecuencia a Europa a probar los prototipos más recientes, aunque la economía del país no pudiera incorporarlos a sus fuerzas aéreas en un futuro inmediato.
 También es invitado a participar en múltiples competiciones, con la anuencia y hasta el impulso de sus superiores quienes  sienten como suyos sus  triunfos.
Alma puede acompañarlo muchas veces, y su gusto por la Literatura y la Historia se va acrecentando con los nuevos escenarios que conoce. También ella se ufana de las proezas de su marido pero  el temor por los riegos que corre, la persigue;  escribe algunos poemas entre esperanzados y doloridos, que nunca publicará
Su permanencia en Montevideo  será definitiva, nacen  allí sus dos hijos mellizos Juan Luis y Leonor.  La plenitud ha llegado. Nuevos poemas, de gratitud y alabanza  esta vez, llenan algún borrador que descuida.
 Luis  ve en ascenso su trayectoria entre aviones nuevos y  otros casi obsoletos., viajes, trofeos, felicitaciones, y una familia que lo hace muy feliz
Así transcurren  otros cuatro años, el esposo  ya es capitán y con una medalla de distinción al mérito
Pero la fortuna puede dar la espalda en el momento más inesperado y mientras piloteaba un bimotor  t-33 A. cerca de la costa, se desencadena una furiosa tormenta de verano;  el avión, alcanzado por un rayo,  se precipita  envuelto en llamas en las aguas del Río de la Plata. 
Para Alma se termina así trágicamente la historia de amor y la paz. En un instante se  encuentra convertida en  una viuda con dos hijos pequeños. Los honores que  le brindan a su esposo no suavizan para nada su pesar
Accede poco después a una pensión militar algo  mayor que las acostumbradas.
 Pero el dolor la sumerge en una terrible depresión.  El afecto y reflexiones que le brindan sus padres y hermanos le impiden derrumbarse  definitivamente
No acepta la sugerencia  de instalarse nuevamente en su querida Colonia. Queda allí, trabajando para  no pensar, y formando a sus hijos que hoy son personas de bien, muy  destacados en sus actividades respectivas. Su hija es concertista como la abuela y el varón después de haber seguido los pasos de su padre, ocupa hoy un puesto en la NASA.

 En 1990,Alma decide retirarse . Nunca quiso la dirección de una escuela porque solamente la alegraba el constante trato con los niños.
A pesar  de que tuvo fuerzas para continuar  luchando, el golpe fue tan grave, que nunca volvió a casarse. En cambio  vuelca todos sus sentimientos en sus escritos  mientras revive  en  esporádicos  viajes, sus momentos de entera dicha
Muy admiradora de Rodó, especialmente  de Ariel, trata de dejar mensajes para la juventud, juicios sobre lo que ella considera errores  o desenfrenos  que aquejan  a la humanidad, según ella muy enferma, causas que quisiera evitar, aunque sabe que su voz es muy pequeña entre las multitudes. Ha publicado numerosos artículos en revistas y periódicos nacionales e internacionales y algunos libros.
Tiene una vasta producción inédita y mucho tiempo sin duda para escribir y publicar  más.
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 Cuántas identidades falsas  como ésta sería posible crear, situándolos en tiempos y lugares reales o posibles, salpicadas de realidades espirituales solamente,  pero  mi alma
está  fatigada y no sé si deseo transmitirle otros sentires ni regalarle futuros inciertos como el mío
  

martes, 5 de marzo de 2013

Ser un todo


                     Ser un todo


Yo quiero me recuerden mariposa o abeja,
al estar  por el mundo en mi breve pasaje.
Al menos ser un todo aunque muy bajo vuele
y no haya comprendido lo breve que es el viaje.

Son sutiles las hojas, pero integran un algo,
y no quiero el destino que les espera a ellas.
No me gusta ser sólo una parte que cae,
aunque tampoco aspiro a convertirme en huella

Apenas  un  ser vivo, de cualquier reino sea,
un insecto, una planta, de muy corto mañana
pero nunca imagino que soy pluma ligera,
hoja amarilla, ala, polen, pétalo o llama

 ¿dónde todo el recuerdo de algunas cosas bellas?
quizás los seres vivos tengan metas o amores
el ser libres los hace huéspedes de la tierra,
no importa si la habitan tan sólo pocas horas

Digan esto de mí el día  que me aleje:
“Fue libélula apenas y no dejó más rastro,
quizás el que la vio ni reparó en su estrella
Se fue al día, seguro que llevaba sus alas.


lunes, 4 de marzo de 2013

Gratitud


Ya lo dijo Amado Nervo,”Ya cerca del ocaso yo te bendigo Vida…”Mi agradecimiento quiero volcarlo hacia Dios a quien considero hacedor de todo. Ignoro por qué, fui tan privilegiada, por qué mi sendero fue tan largo y florido. Por qué mi pie me libró de tropiezos grandes o dolorosos.
Dios no me dio belleza, galanura, encantos, sin embargo lo compensó con que ello no me preocupara.
No me dio riquezas, pero lo compensó con padres preocupados y cariñosos., tíos, abuelos, bisabuelos
No me dio gran inteligencia pero sí la suficiente para enfrentar la Vida, para sentirme cómoda en mis primeros estudios. Los secundarios y terciarios dejaron menos rastro, pero me hicieron menos ignorante.
Tuve mis encantados días de Reyes. Tuve la compañía de adultos que compartieron mis juegos y jamás fueran un peligro para mi seguridad.
No tuve hermanos, eso quizás me hizo más egoísta, pero no me importó demasiado.
Tuve siempre el pan en mi mesa, mis pies calzados y mi ropa limpia.
Mis cumpleaños fueron muy sencillos, pero esa era la usanza de aquellos años.
Siempre dos o tres amigas compartieron conmigo el chocolate y la torta.
Pero no me fue negado el blanco y largo traje de quince años, con una fiesta decorosa apenas, pero importante para mí. Allí tuve recién el anhelado reloj de pulsera . No era de oro, pero lo lucí con tanto orgullo como, si fuera de Cartier. No tenía grandes ambiciones. Veía  a diario el esfuerzo de mi padre para hacernos felices.
Desde muy pequeña tuve la bicicleta que soñaba y jamás me detuve en mirar que no era nueva aunque intentaba parecerlo. Ella fue mi compañera más agradable.
Tuve una madre joven y hermosa que a veces parecía tan niña como yo.
Yo observaba desde afuera la riqueza de los otros y jamás la envidié, hasta me sentí feliz de
 caminar por su misma calle y disfrutar del mismo aire marino y saludable.
Tuve el don de no sentirme disminuída  ante ninguna persona de relieve. No era tímida.
Supe que las personas realmente educadas  desde la cuna,  raramente hacen ostentación de esto, y puedes hablar con ellas con libertad, siempre que por cualquier motivo se crucen en nuestro camino.
Las lágrimas y humillaciones solamente las provocan personas ignorantes, desconformes consigo mismas. Sus tribulaciones las transforman en ironías. A veces nos apenan demasiado, pero lo único que merecen es lástima.
Tuve una niñez y una adolescencia con límites. En estos días pueden parecer cadenas, pero en realidad a mí no me pesaron, las encontraba normales y adecuadas. El tiempo que me tocó vivir fue espléndido. La clase media sencilla a la que yo pertenecía, desconocía drogas, vicios, libertades desmedidas, exigencias de lujos. La tecnología no había hecho eclosión en  la forma exagerada de hoy. No existían computadoras, calculadoras. La televisión de la que a veces se hablaba, parecía una fantasía que nunca habría de llegar. Escribíamos con lapiceras de tinta o con lápices. Yo me sentí privilegiada cuando pasados mis diez años me senté alguna vez ante la primera máquina de escribir, en el escritorio del trabajo de mi padre. Muy lejos estaría el día en que habría una en nuestra casa. Cuando era muy pequeña viví en una casa que tenía teléfono colgado a la pared. Más tarde  pude hablar algunas veces en la centralilla que funcionaba en la Comisaría que estaba a cargo de mi papá. Bastantes años después de casada tuvimos el primer teléfono en nuestra casa. Y este era un  pequeño lujo que no tenían todas las casas  del barrio. El hecho de carecer de muchas de esas comodidades que hoy todos poseen nos obligaba a trabajar más., a escribir con más esfuerzo, a cuidar nuestra caligrafía a disfrutar de audiciones radiales, de ratos de serenidad, silencio, naturaleza, y compañía de nuestros familiares. La comunicación en la familia era por supuesto mucho mayor. 
   Estoy agradecida por todo esto. Fueron años magníficos e irrepetibles.
¡Gracias por la vida que Dios me brindó!. Tuve dolores grandes,  pérdidas irreparables, pero he podido superarlas  razonando que tuve muchas menos y más tardíamente que la mayoría de las personas que he conocido.  Dios me ha dado la fuerza y la entereza para afrontarlas y la memoria para retener los sucesos gratos que mis seres queridos me permitieron vivir.