miércoles, 14 de diciembre de 2011

Riqueza.
“Sabemos que hay ricos y por ellos el resto son pobres”- oí decir a alguien…Entendí que la apreciación significaba que los ricos necesariamente se enriquecían a costa de los demás. Ese criterio me ha molestado reiteradamente durante mi vida. Es verdad que Jesús dijo que era más difícil que un rico llegara al cielo, pensamos casi imposible según lo que expresa el versículo del evangelio.
No obstante ello, no hay que confundir la palabra adinerado o rico con explotador. El hecho de que el supuesto rico que a tantos molesta y que a mí me es totalmente indiferente, no se debe a que yo me cuente entre ellos. Para ser rico se necesitan ciertas condiciones. Haber heredado una fortuna, ser muy ahorrativo incluso en sus consumos más necesarios. Haber tenido una visión muy buena acerca de algún negocio que otro no había advertido, quizás un golpe de suerte inesperada, haber inventado algo de mucha utilidad y patentarlo, realizar los trabajos más extenuantes para acumular un capital que invertirá sabiamente, haber nacido con algún don o habilidad muy especial y en otros casos no ha de faltar el que se enriquece con fraudes engaños o usura.
Por lo tanto el ser rico es solamente una molestia para las personas que miran con desconfianza al que posee cosas para él inaccesibles, para el que las envidia y considera que estas le fueron arrebatadas. No debemos engañarnos. Para entrar al cielo bastará con que el rico, se desprenda de muchas de sus posesiones si es necesario ayudar a un prójimo. La avaricia es un pecado gravísimo, pero el rico puede ayudar, puede compartir. Muchas veces ha generado una fuente de producción tan grande que es casi imposible que la agote aun siendo sumamente desprendido. No todos los necesitados son personas trabajadoras aunque gocen de salud, No todos los desocupados son personas que buscan trabajo. Hay muchos que lo eluden aunque vivan en la miseria. Hay pobres que conmueven a la sociedad por lo doloroso de su situación. Hay países sumergidos y otros poderosos. Pero es grave esa fobia hacia quien tiene más o mucho más que nosotros. Existen filántropos que acuden con su aporte cada vez que la prensa se hace eco de casos de niños enfermos, personas que han sufrido pérdidas irreparables por catástrofes, y . ¿De dónde se supone que sale esa inmediata y muy grande suma de dinero? No de la buena voluntad de los más indigentes sino del bolsillo aquel que llamamos con desdén abultado. Lo que importa es la solidaridad, el saber compartir sin dilapidar todo lo que se posee. Muchas veces al lado nuestro vemos personas a quienes se les obsequia una casa y suele perderla al poco tiempo, la vende y vuelve a la miseria de donde salió. Deben importar solamente las actitudes de cada uno, sea rico o pobre. Hay ricos que diezman, que dan sumas fabulosas a los pueblos sacudidos por pestes o calamidades y hay pobres que estando al borde de un arroyo pueden negarle a un peregrino un sorbo de agua por no agacharse a recogerla o por no prestarle el cántaro o el jarrito que tienen a su alcance. Todos esos odios reprimidos son malos. Y nosotros no debemos odiar a los ricos ni guardarles rencor. Especialmente en las religiones se debe pensar que si son ricos es porque el Señor lo ha permitido. Muchas veces nos darán empleos y sueldos dignos. Y desgraciados, no entrarán en la tierra prometida si solamente lo usaron para ostentar su poderío, sin una pizca de generosidad. Sabemos que las iglesias reciben a veces generosas donaciones que servirán para distribuir entre necesitados, para crear escuelas, centros de perfeccionamiento Y existen muchas instituciones de servicio que podemos llamar laicas que subsisten merced a la ayuda de muchos de esos adinerados que despreciamos. No quiero hacer la menor defensa de los ricos ya que mi familia jamás lo ha sido desde las generaciones que me precedieron, incluyéndome, y sé que esos poderosos en muchísimos casos no son gente digna, pero, no nos precipitemos,quizás aquel a quien censuramos o envidiamos pueda ser el único que extienda la mano cuando nosotros estemos al borde de la desesperación más aguda.
Las otras apreciaciones surgen de posiciones político filosóficas que en lugar de mejorar la sociedad la hacen más desgraciada, porque promueven una fobia contra cualquiera que esté en un plano más elevado o de destaque. Dejemos a Dios el privilegio de juzgar ya que nosotros como humanos y especialmente si insatisfechos somos, podemos equivocarnos en nuestros conceptos. Y todos aquellos creyentes que los fomenten o propicien, seguramente no piensan con cordura ni con bondad.

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