domingo, 13 de febrero de 2011

La hilacha de tu manto

Jesús! ya me dijeron que has de venir de nuevo

y esta vez vestirás el traje que esperaron

aquella vez primera, cuando paso andariego

te llevaba por sendas polvorosas, gastadas.


Vendrás con tu cortejo y sonarán trompetas

y sabrán que eres Hijo, Dios, Rey, Señor sumo,

pero yo aún te veo despojado y sediento

regalando paciencia en un cielo gris humo.


Te veo en el desierto enfrentando mil pruebas

para volver invicto a cumplir ministerio.

Te veo gobernando a los furiosos vientos

y sanando amoroso a tus muchos enfermos.


Te veo en el pesebre, o acaso trabajando,

te escucho allá en el templo citando profecías

Te veo niño y hombre, cuando llega la tarde

y me siento tan tuya ¡Oh maestro divino!


Y La cruz…¡ no la nombren! porque sangran mis palmas

y mi costado siento herido como el tuyo.

A incontables personas llegaron tus milagros,

y con perdón borraste las culpas más profundas



Yo te di poco mío, ni miserias ni llantos

y fui Tomás acaso, incrédulo en promesa

por eso yo te ruego que perdones la causa

que provocó en mi ser cuotas de indiferencia.


Yo sé que tú conoces ya todos mis pecados

pero una voz muy triste llega de mi conciencia.

Si tú me has perdonado, aún me pesa la carga,

y es que mi fe dormida necesita tu aliento.


Y yo extiendo la mano tratando de alcanzarte

entre las multitudes que me impiden tocarte.

Jesús yo te amo pobre, igual que soberano,

con túnica gastada o con ropaje áureo.


Lucirás la corona que ayer no te ceñiste

porque viniste al Mundo a morir por nosotros.

Tú esperas con ternura a tus perdidos hijos,

cual guardas a los buenos que hace tiempo reposan.


Perdona todo el tiempo que no te he dedicado,

mi alma ha estado muerta, mi corazón dormido

pero me así a una hilacha perdida de tu manto,

y tu mano tendida me ha llevado al camino.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Ya está escrito

Yo te he amado Maestro desde que oí la historia
de tu pasaje breve como ser terrenal,
y acuno tu mensaje mecido en mi memoria
Dios, Espíritu, Hombre, único y Celestial.
Hubiera yo querido ser la que volcó el frasco
con perfume de nardos y tus plantas secó
porque estaban cansadas de tus viajes tan arduos,
y aquel bálsamo fresco hasta tu alma aromó.
Samaritana acaso sorprendida en el pozo
con su cántaro lleno que tu sed apagó
y recogió el mensaje del profeta divino
que sus tristes secretos sereno enumeró.
La mujer que tocara el borde de tu manto
muy enfermo su cuerpo, pero inmensa su fe,
el más humilde niño que acudiera a tu lado
o el pescador de hombres que olvidara su red.
Cualquiera que haya visto tu presencia y tus actos,
el viejo caminante que hacia ti se acercó,
el soldado tan rudo que supo que tú eras
no un hombre como tantos, sino el Hijo de Dios.
Entonces yo podría escribir tus mensajes
aunque no poseyera para ello ningún don
porque querría que todos supieran de tu nombre
tus milagros, tu gesto, mansedumbre y valor.
yo podría como otros decir que te había visto
en el lago, en la ruta, compartiendo tu pan.
hablaría de todo aquello que viviste
pero toda tu historia escrita ha sido ya.